Que llueva, la bruja esta la cueva


Mis pobres rodillas me avisan con un dolorcito seco y punzante cuando ella esta apunto de llegar.

De niña la sensación de alegría me invadía todo el cuerpo al saber que pronto llegaría. No importaba a qué hora fuera, la esperaba con mi atuendo carnavalesco un vestido floreado y zapatillas de girasol. Me escondía tras el palo de mango, entonando la canción que mamá me había enseñado.

Que llueva, que llueva, la bruja está en la cueva, los pajaritos cantan, la bruja se levanta. Que sí, que no, que caiga un chaparrón.

Las primeras gotitas me sacan del escondite, con la cara mirando el cielo, la lengua afuera saboreando las primeras gotas para luego recibir bailando el chaparrón tibio que duraría unos veinte minutos. Saltaba a los charcos y las zapatillas eran atrapadas por el suelo arcilloso. Con el lodo formaba toda una vajilla, gatos y patos que luego se secaban con sus respectivas cicatrices hasta la próxima lluvia que las deshacía convirtiéndolas en nada.

Cuando el sol y la lluvia aparecía, me imaginaba una guerra en el cielo entre ángeles y demonios, solía esperar que cayera algún contrincante herido.

La sequía se instaló en el pueblo, mis piernas crecieron como varas secas; necesitaba de la lluvia como las plantas para sobrevivir; fueron Papá y su amigo quienes alquilaron la única avioneta que había estacionada en el aeropuerto solitario. La llenaron de sacos de aserrín, se elevaron como las gaviotas dando vueltas en circulo, lanzaron a las nubes el polvo que generosamente donaron los carpinteros y esperamos.

Lo que esperábamos llego, acariciando y poniéndolo todo verde. Los dos ingenieros y el piloto, se hicieron famosos por haber inventado una forma de hacer llover.

Cuando nos invitaban a la playa la lluvia en ocasiones también se colaba y aprovechábamos para flotar pansa arriba en el mar; hasta que salíamos con los dedos de manos y pies hecho mote; los mosquitos nos esperaban hambrientos en la arena, apoderándose de nuestras canillas, corríamos a escondernos en la carpa confeccionada de viejas sabanas que mama improvisaba.

Cuando la lluvia venia precedida por rayos y truenos papá aprovechaba para enseñarnos algo de física, primero la luz, contábamos hasta diez y el sonido aparecía retumbando en todo el firmamento.

La lluvia también hacía de las suyas, se empozaba en recipiente donde crecían larvas de diferentes especies, Aprendí a diferenciar el mosquito cualquiera al mosquito del dengue con  medias largas y rayadas, la atacábamos con manotazos donde se posará.

Cuando estábamos en la finca la lluvia venia como manada de caballos galopando sin darnos cuenta nos alcanzaba antes de que nos guareciéramos debajo del gran Camacho.

Recuerdo cuando vi por primera vez llover con granizo, lo hice detrás de una ventana, no tuvimos la fuerza necesaria para jugar con el poco hielo acumulado en las veredas de la casa de la abuela, el frio nos mordía la nariz y nos pellizcaba los cachetes; este recuerdo está asociado a un rico rompope que nos preparaban para esas ocasiones.

El paraguas lo utilicé cuando vine a vivir a Quito, no fue una bonita experiencia me mojé las vastas de los pantalones el frio me hacía temblar y sonar los dientes. ¿sería el frio o los nervios del primer beso?

La noche en que me case con el chico del Paraguas, llovió y lo vimos como buen augurio.

La gotera en el taller me acompaña algunos inviernos; siempre me digo que la próxima la tapo, pero nunca pasa. Lo soluciono poniendo una olla para recoger el agua que me acompaña mientras en el lienzo pongo los colores del sol.

De forma desenfada, aprovechamos las tardes, noches, o amaneceres con lluvia para hacer el amor, es la mejor forma que hemos encontrado para agradecer tal fenómeno de la naturaleza.

Últimamente no me gusta que llueva, el lugar donde vivo son cerros con estrías donde el agua se filtra, haciendo que los ríos tomen su cause, castigando la irresponsabilidad de la población.

Ahora mismo llueve y la veo por la ventana, la tasita de chocolate me acompaña en esta nueva experiencia de escribir, con cada recuerdo, con cada oración celebro más lluvias por venir.

FIN

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