Pecados capitales


Empecé mi vida sexual muy temprano, para ser exacto a los cinco años, cuando cursaba el preescolar en el jardín de infantes de la tía Rosario en mi pequeño pueblo anclado en un valle caluroso y lleno de olores exóticos que estimulaban todos los sentidos.

Partiendo de que soy producto de una relación sexual entre mis padres, y que por pudor trato de eliminar de mi mente pervertida imágenes de ellos en tales actos; me quedo con la frase romántica de que soy el fruto de un gran amor…

Mi primera experiencia fue muy traumática, no tanto por el hecho mismo, (-si así se lo puede llamar); sino por el susto que se llevó mi madre al encontrarnos a mi amiguito y a mí, desnudos detrás de las cortinas de la sala.

Pobres mis padres al pensar que la primogénita ya estaba perdida en el mundo del pecado a tan pronta edad.

La experiencia de sacarme la ropa después de llegar del jardín de infantes tiene una explicación lógica y se la atribuyo al calor del medio día; no podía diferenciar donde era más caluroso si afuera o adentro de casa, sumando a mi defensa que el techo era de zinc, provocando una especie de sauna mientras las lagartijas aprovechaban para asolearse panza arriba. 

Sacarme la ropa y quedarme como vine al mundo era lo más natural y lo menos pecaminoso.

Roberto mi amigo del preescolar solía esperar a su madre en mi casa. Siempre lidere nuestra amistad, por lo tanto obedecía todo lo que yo ordenaba, me encantaba ver su tripa colgada en la entrepierna, aquel gusano sin vida me provocaba una fascinación que ahora adulta me provoca un poco de vergüenza.

El día trágico habíamos acordado envolvernos en la cortina dando vueltas hasta quedar atrapados como orugas en capullo para luego dar vueltas en sentido contrario hasta lograr liberarnos.

Nuestras madres nos observaban mientras conversaban, hasta que aparecimos completamente desnudos y abrazados.

Sus caras fueron cambiando como si estuvieran viendo una película de terror.

 Sentí la mano de mi madre tomar mi brazo y llevarme en volandas hasta el cuarto para vestirme, mientras recitaba un rosario de pecados capitales y mi próximo viaje por las pailas del infierno

Roberto también desapareció por los aires, lo llevaron a su casa y lo retiraron del jardín de infantes. La idea era alejarlo  de la mujer pecadora en que se iba a convertir la vecina. 

De esta manera trágica nació mi interés por ese asunto cuyo nombre no se debía pronunciar en casa. Sexo

FIM

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