FIGURA DE PORCELANA

 

Cursábamos el cuarto curso del colegio, nos acercábamos velozmente a los quince años, nuestros cuerpos sufrían una metamorfosis, tomaban nuevas formas acordes a las mujeres en que nos estábamos convirtiendo…

Los senos se pusieron firmes, las caderas se ensancharon y nuestras piernas crecían tan rápido que parecían dos postes de alumbrado público.

En las horas libres competíamos con la cinta métrica, comparábamos quién tenía noventa, sesenta, noventa medidas perfectas de los modelos que salían en las revistas…

Compartíamos trucos de belleza, como el de pasar el cepillo por el cabello cien veces con el fin de tenerlo brillante y largo; o dormir con el cinturón bien ajustado alrededor de la cintura para moldearlo.

Nuestras hormonas también estaban haciendo lo de las suyas, teníamos curiosidad por el sexo, leíamos a escondidas y luego compartíamos sobre el tema como si fuéramos las más grandes expertas.

En el colegio nos etiquetaron como los "Problemáticos", fama que nos orgullecía, pues éramos los Fisco-Matemáticos, una especie de genios rebeldes…

Una de esas horas libres, donde el profesor de ética no se presentó y con la consigna, de no dejarnos solos, llegó el inspector con su barriga por delante que delataba su afición por la cerveza con su ombligo brotado, apareciendo entre los botones de la camisa como una flor rosada; traía entre sus manos un sobre membretado con los sellos del municipio; era una invitación a participar en el concurso a reina de la ciudad…

Nos pidió que anotáramos en el pizarrón a posibles candidatas.

Con la envidia bien escondida entre los pliegues de nuestro ego, tuvimos que aceptar el triunfo de Lucía.

Podría decir que en realidad ganó porque los varones eran mayoría y estaban todos enamorados de forma mojigata.

La realidad es que era la más hermosa del curso, del colegio, del barrio, del cantón, de la provincia.

Estaba desventajada en porte, pero tenía las medidas perfectas, su cabello de color castaño le llegaba a la cintura y era de ella el secreto de las cien veces, ritual que a mí me parecía demasiado aburrido, su piel semejaba al durazno, lo que hacía contraste con el color verde de sus ojos…

Mientras esperábamos la fecha de la elección de reina de la ciudad, nosotros nos preparábamos para los últimos exámenes del año, los circuitos eléctricos en física y los casos de factoreo en matemáticas nos tenían ocupados…

Nuestra amiga comenzó a ausentarse del colegio, hasta el punto de no dar los exámenes. La echábamos de menos, teníamos la ilusión de verla el próximo año…

Todos sus hábitos y rutinas comenzaron a cambiar; los amigos del cuarto curso Físico. Matemáticas pasamos a hacer el pasado; sus nuevas amigas y actividades la absorbían por completo.

Juanita; costurera de mucha fama, le tomaba las medidas y la llamaba de tanto en tanto para probarle los vestidos que usaría la gran noche de la elección; con mucha destreza, ponía, sacaba, doblaba y reacomodaba los alfileres.

Alicia; una mujer con cara de fingido glamour, casada con el dueño del único hotel de la ciudad, le enseñaba etiqueta y protocolo.

Omar; delgado, alto muy alto, imponía su presencia solo con su postura, la barba bien cuidada lo hacía verse muy varonil… Era el profesor de modelaje; cuando se subía en los tacones rojos súbitamente se trasformaba y sus movimientos eran delicados y femeninos; cuando se bajaba de ellos se transformaba en un hombre muy severo; tal vez para ocultar algo que ya se sabía.

Lucía aprendió a caminar como si estuviera en la cuerda floja, a tener equilibrio sobre tacones número diez y a posar con una pierna adelante y otra atrás con la mano en la cintura y moviendo su cuerpo para resaltar sus mejores ángulos…

Con sus compañeras candidatas, hicieron mucha camaradería, eran solidarias entre ellas, y estaban más de seis horas juntas; era lógico que formaran una buena cofradía.

La gran noche llegó; todo el colegio estaba presente, habíamos mandado a estampar el nombre de nuestra candidata en camisetas, pancartas, ensayamos barras, era una verdadera fiesta…

Tras la gran cortina negra de terciopelo, las candidatas, se dieron el último abrazo y se juraron amistad eterna.

Esa fue la última vez que las vio, después del evento cada una tomó caminos diferentes; el juramento que hicieron horas atrás se desvaneció con el viento de esa noche…

Cada una puso lo mejor, y desfilaban por la pasarela delimitada con flores y palmeras.

De tanto en tanto daban tiempo para que se cambiaran de atuendo; lo que aprovechábamos para bailar y vocear las barras de nuestra candidata, todo esto al ritmo de la famosa orquesta del lugar.

Nuestra amiga había nacido para ser reina. A este concurso de belleza le siguieron otros y así, a sus quince años, se convirtió en una de las mujeres más hermosas de la provincia. Dicen que el espirito del ceibo les da el regalo de la belleza eterna a todas las mujeres que nacen en este lugar. Mito o leyenda, lo cierto es que estábamos todos felices.

Comenzó a salir en la prensa y televisión, era el orgullo de todos, las autoridades del evento tenían muchas expectativas, la llevarían a otros concursos…

A los seis meses de reinado, con todo el glamour que había asimilado, más hermosa que nunca, subió las escaleras del municipio y entregó su corona; ya no podía esconder lo que se estaba gestando en su vientre.


Hasta ahora no sé qué le vio "al chino". Hijo mayor de uno de los hombres más ricos de la ciudad; había cumplido recién la mayoría de edad y era uno de los galanes más codiciados por las mujeres.

Le habló bonito al oído y ella sucumbió a sus encantos.

La llevó a vivir en la casa de sus padres, y su suegra la quiso desde el mismo instante que se enteró de la nueva pareja.

Los meses pasaron y tuvo a su pequeño; diez meses después llegaría una niña, nada parecida a ella; habían heredado los rasgos asiáticos de su padre.

Para ese entonces "chino" como ella lo llamaba, se había enamorado de otras, afloró sus vicios y su mal carácter…

Ya no la trataban como su Reina.

Logro terminar el colegio en la nocturna, una de esas noches cuando regresaba a casa, la esperaba con una escena de celos, mientras le gritaba toda clase de obscenidades la arrastraba de los cabellos llevándola al dormitorio, donde sacaba una jeringuilla desechable; con un alfiler rompía el sello y le colocaba a ella primero y él después.

La sustancia le pegaba primero en la parte de atrás de las piernas, luego en la nuca, una falsa relajación la hacía sentir que flotaba en una sustancia salada y caliente; veía imágenes de su marido atacándola, todo esto le provocaban una fuerte sensación de miedo acompañada de nauseas; movía la cabeza tratando de no ver su horrible imagen, pero estas imágenes la perseguían.

No podía dormir, y cuando lo lograba, despertaba con punzadas de miedo.

-Tenía que hacer algo-

Amparado en que es su esposa y que puede hacer con ella lo que quiera, justificaba este horrendo trato.

Una mañana, después de una noche salvaje, salió de la casa con el poco valor que le quedaba y caminó sin rumbo.

No le dolió abandonar a sus hijos, no quería nada que le haga recordar la pesadilla que estaba viviendo.

Su ex suegra la ayudó a salir de ese infierno de golpes y humillaciones diarias.   Sentía la obligación de ayudarla, pues ella había vivido lo mismo, se sentía culpable por no haber cortado esos lazos culturales y haber criado a su hijo diferente.

Regresó a vivir con su madre, se recuperó de sus heridas físicas, más no las del corazón, su belleza estaba ahí; pero completamente opaca.

Nunca trabajó, ni siguió estudiando, se acostumbró a vivir con la mensualidad que le depositaba la mujer que nunca pudo salir del maltrato…

Lucia se convirtió en una figurita de porcelana rota, donde todavía está pegando sus partes, se siente segura en la vitrina de vidrio que está en la esquina de la sala, olvidada y empolvada…


La última llamada para abordar el vuelo con destino a Nueva York con escala en Miami se oía en todo el aeropuerto.

Corro arrastrando mi maleta con la mano izquierda y con la otra sostengo dos tubos llenos de sellos donde están los lienzos, que voy a exponer en la inauguración de una de las salas de la Embajada de mi país.

Estresada con todo lo que llevo encima y buscando en mi cartera el pasaje y el pasaporte, no me percaté de la persona que estaba delante mío.

Me tomé algunos minutos para tranquilizarme y fue cuando la reconocí.

¡Se hizo la que no me vio o tal vez no me reconoció! .....    Pero tampoco hago nada para llamarle la atención y saludarla. -  De esas cosas que uno hace por vergüenza o tal vez por inseguridad.

Han pasado 30 años y sigue siendo hermosa, vestida con ropa de marca; saca de su bolsa los documentos que le han pedido; confirmo que es mi amiga, Lucia; me percato que no lleva maleta.

Ojalá se sienta cerca para poder conversar.  -pero la azafata la dirige al área de primera clase-.

Me resigno; todavía puedo acercarme en el par de horas que estaremos en el aeropuerto de Miami.

Y así fue; recordamos, nos reímos, nos contamos nuestros secretos…,  el tiempo pasó muy rápido cuando nos dimos cuenta  ya estábamos sentadas otra vez en el avión.

No intercambiamos teléfono, ni dirección, ni nos pusimos de acuerdo para volver a vernos.


Cada seis meses, alguien le manda un ticket de avión; se han puesto de acuerdo en encontrarse lejos de ese pueblo que no la ha perdonado, de esa sociedad machista que le justifica a su ex y no a ella…

Un chofer elegante le abre la puerta de la limosina y la lleva al condado de Queens donde está su castillo.

Le entrega un sobre donde está la llave y una nota, en la que le pide que no salga y que lo espere.

Recorre la casa y encuentra ropa de marca, zapatos, accesorios, y por supuesto lencería muy sexi, que ha sido comprada solo para ella.

En la cocina hay de todo, come hasta que ya no puede más, salta de alegría, es feliz.

Espera un día, dos, tres…, otra vez se convierte en la figura de porcelana en la vitrina de la sala lujosa.

Pasada una semana, ella ya no ríe, duerme hasta tarde, no ha tenido la suficiente fuerza para eliminar de su cuerpo aquella sustancia que la hace flotar y la mantiene en blanco, y no quiere pensar ni recordar.


Está acostada todavía... él se acerca muy despacio y se aman como dos locos.   Con su presencia vuelve a la vida; ella es una reina, así la tratan, se siente protegida, amada…

Son los mejores seis meses, disfrutan mucho la compañía mutua y de su amor.

Es tiempo de dejarlo ir. A, aprendido a no aferrarse a nada.

Regresa con maletas llenas de regalos los que ella luego vende para poder sobrevivir seis meses más…

                            FIN

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