LUNA

 

Dedicada a hacer la madre perfecta, la esposa ideal, no se había percatado que en su espalda crecía una joroba que la hacía perder la gracia de una mujer interesante. 

Cargaba mucho en sus hombros y escondía otras más en su pecho. 

Aquella noche de diciembre, abruptamente estallo una tormenta con sus respectivos rayos, truenos y lluvia. Como tiene que ser cuando se quiere borrar de un solo manotazo historias pasadas y sueños no realizados.

Media hora más tarde llego la calma. 

Salió al patio enojada; la ropa que había lavado esa tarde habían sido víctimas de la la inclemencia del clima; del alambre solo colgaba las hilachas de las prendas que con gran amor había cosido para sus gemelos. 

Le gustaba dejarlas ahí para que la luna los bañase con su luz y le impregnase su energía. 

Se inclinó para saltar el charco que se había formado al frente de la puerta de la cocina y lo que vio la maravillo. 

La luna redonda, grande, se reflejaba en el espejo de agua; se extasió con la imagen. En otros tiempos se hubiera conformado tan solo con esa instantánea. 

Todas las células de su cuerpo se activaron y sintió la necesidad de levantar la cabeza, su espalda tomaba forma de rama en busca de la luz plateada. Se sentía dichosa; inhaló aire frío por la nariz y sus pulmones se llenaron de un vigor revitalizador. 

La magia de la luna la cubre completamente, convirtiendo ese momento en un ritual maravilloso.

 Cada 28 días se da ese regalo de alzar la cara al cielo y buscar a la cómplice de sus sueños; la luna.


FIN

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