VACACIONES EN LA PLAYA
La ausencia de mi padre definitivamente me marcó, dejando una herida sin horizonte, salada, que me corroe el corazón. He llorado tanto que podría haber formado otro mar. Este lugar me llama; he vuelto a los diez años, con medio siglo a cuestas. Camino por donde caminaste, me siento en los mismos lugares donde disfrutabas de la contemplación, converso con personas que te recuerdan y a los que no, les cuento de tus aventuras. Bajo a la playa con el mismo short de hace años; no he querido renovar mi ropa de playa. Mis piernas están peludas y en mis axilas un vello incipiente se deja notar. En la mochila llevo mi libro, el cuaderno de notas y un pequeño lápiz que encontré en un velador de la casa de la playa que con tanto amor fuiste construyendo. Al llegar al malecón, una hilera de sombrillas anaranjadas y rojas me espera. —¿Patrona, quiere una silla o una perezosa? —me dice el dueño de los ocho parasoles. Me ha preguntado lo mismo todos los días, y hoy que es el último, no es una novedad